ANÁLISIS | La votación refleja la extrema debilidad del Gobierno
Moción de censura destructiva
José Luis Rodríguez Zapatero y Elena Salgado, durante el debate.Lucía Méndez | Madrid
Actualizado jueves 27/05/2010 13:46 horas
Los ojos de Elena Salgado y la mandíbula de Zapatero lo decían todo. La vicepresidenta no es una mujer que deje traslucir sus emociones. Pero cuando subió a la tribuna apenas podía abrir los ojos, como si no hubiera dormido o como si hubiera estado llorando mucho. Y la mandíbula del presidente con la tensión contenida, sin despegar los labios. El PP creía que Zapatero iba a intervenir, pero sólo podía haberlo hecho para echarse a llorar, después de haber escuchado a los portavoces decirle que su tiempo se ha acabado.Porque durante toda la semana los portavoces de los grupos parlamentarios no han estado hablando del decreto. O no sólo del decreto. De lo que han estado hablando es de la posibilidad real de tumbar o no al Gobierno. Eso, si caía o no el Gobierno, y no el futuro del país, es lo que estaba en juego en una votación que durante los segundos que duró tuvo la emoción de los penaltis en una final de
La sesión del Congreso fue una moción de censura destructiva contra el presidente del Gobierno.
Arriesgaba poco. Raro sería que Merkel y Sarkozy, con los problemas que tienen, vayan a llamar al líder del PP para echarle la bronca. Tendrá que aguantar algunas críticas sobre su falta de responsabilidad. Pero ¿qué son esas críticas comparado con el gustazo de decir no, no, y no a Zapatero? Él sabe que no tiene votos para una moción de censura constructiva que alumbre un Gobierno nuevo. Por eso optó por la destructiva, aprovechando además la capacidad de autodestrucción que ha acreditado Zapatero.
Tras el pleno, sabemos que el Gobierno está dando bocanadas, que es CiU quien le ha salvado de la quema y que seguramente en manos de Duran puede estar la fecha de las elecciones generales, porque no las quería antes de las catalanas.
Zapatero no tiene quién le apoye los Presupuestos, por lo que se puede repetir
Cuando Elena Salgado salió del pleno seguía sin poder abrir los ojos. Y los espectadores salieron sin saber qué será del país. Con un Gobierno en situación de extrema debilidad y una oposición dispuesta a destruir, pero no a construir
Noticias de España
Rajoy dice que una moción de censura a Zapatero sería 'buen marco' para presentar alternativas, pero aún no la contempla
Reprocha a López Aguilar que permanezca callado mientras los gobernantes vascos "coaccionan" a sus jueces con manifestaciones
MADRID, 23 (EUROPA PRESS)
El presidente del PP, Mariano Rajoy, aseguró esta tarde que, "en este momento" se considera "más alternativa que oposición" al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y, tras recibir varias preguntas al respecto, admitió que el contexto de una moción de censura podría resultar "buen marco" para defender sus propuestas. No obstante, puntualizó que no es una posibilidad que contemple por el momento.
"Es verdad que la moción es fundamentalmente constructiva y que produce un efecto jurídico cuando el que la presenta consigue votos suficientes para cambiar al Gobierno. Es evidente que, dada la composición dela Cámara , no parece que haya muchas posibilidades de que el PP pueda sumar 176 escaños. Es verdad que aunque esto no sea así, puede ser un buen instrumento para presentar la alternativa, porque con la moción de censura quien se examina es la oposición y, desde ese punto de vista, para presentar una alternativa puede ser un buen marco y una buena posibilidad", reconoció.
Durante su intervención en el Foro ABC, señaló que sería "mucho más lógico" que el presidente Zapatero compareciera en el Parlamento y explicase a los ciudadanos qué es lo que se va a hacer, dado que "no hay agenda política y sí una desorientación muy preocupante en política interior y exterior". "A lo mejor, el presidente si estaba en la obligación de plantear algo a los españoles", estableció.
Rajoy especificó que no se ha estudiado en el seno dela Ejecutiva Popular la vía de la moción de censura y, tras finalizar su intervención pública, dijo en conversación informal con periodistas que actualmente no contempla la opción de la moción de censura
El presidente del PP, Mariano Rajoy, aseguró esta tarde que, "en este momento" se considera "más alternativa que oposición" al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y, tras recibir varias preguntas al respecto, admitió que el contexto de una moción de censura podría resultar "buen marco" para defender sus propuestas. No obstante, puntualizó que no es una posibilidad que contemple por el momento.
"Es verdad que la moción es fundamentalmente constructiva y que produce un efecto jurídico cuando el que la presenta consigue votos suficientes para cambiar al Gobierno. Es evidente que, dada la composición de
Durante su intervención en el Foro ABC, señaló que sería "mucho más lógico" que el presidente Zapatero compareciera en el Parlamento y explicase a los ciudadanos qué es lo que se va a hacer, dado que "no hay agenda política y sí una desorientación muy preocupante en política interior y exterior". "A lo mejor, el presidente si estaba en la obligación de plantear algo a los españoles", estableció.
Rajoy especificó que no se ha estudiado en el seno de
En el ordenamiento jurídico español, la moción de censura es un procedimiento
Por German Yanke
8-1-2007 14:54:32
En el ordenamiento jurídico español, la moción de censura es un procedimiento complejo. Inspirado en el modelo alemán, se constituye como «moción de censura constructiva», es decir, no solamente se trata de censurar al presidente del Gobierno -el procedimiento no afecta a los ministros-, sino de proponer en el mismo acto un candidato alternativo con el objetivo declarado de no dar lugar, en el caso de que fuera aprobada, a un vacío de poder. Se convierte así, teóricamente, en un doble examen: a la gestión del presidente que se pretende censurar y al programa del candidato que, de salir adelante, le sustituiría. Además, cabe la posibilidad de presentar mociones alternativas (y, con ellas, otros candidatos a la presidencia) que, en su caso, se debatirían junto a la principal.
Desde la aprobación de la Constitución en 1978, la moción de censura se ha barajado en muchas ocasiones como instrumento de confrontación entre la Oposición y el Gobierno, o se ha amenazado con ella, pero, por su complejidad y consecuencias, sólo se ha presentado en dos ocasiones. En ambas, el reparto de escaños hacía inviable su éxito, con lo que se pretendía utilizar no como un sistema de sustitución efectiva del presidente, sino como un instrumento parlamentario para mostrar a los ciudadanos las deficiencias de la acción gubernamental y presentar, de cara a un futuro más o menos inmediato, un candidato alternativo.
Ahora, en momentos de grave desencuentro entre el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y el Partido Popular, vuelve a aparecer en el horizonte, o más bien en el debate político, la posibilidad de una tercera moción de censura que se basaría en un incremento de las quejas sobre la gestión gubernamental o, en todo caso, del escepticismo ciudadano ante ella, como revela, por ejemplo, el último Barómetro del CIS. Se ha sugerido o propuesto desde diversas instancias periodísticas e intelectuales -así lo hizo, por ejemplo, el director de ABC («Moción de censura, ya», 17 de diciembre de 2006)- como se hizo, desde otras, hace ya meses. Entonces Mariano Rajoy, en una entrevista periodística, aseguró que su presentación no se había planteado aunque a continuación añadió que no la descartaba. En este momento es una cuestión de discusión en el seno del PP, dividido entre los partidarios de la misma y los recelosos o abiertamente contrarios.
Es, sin duda, una decisión de calado y, dadas las características ya esbozadas de este peculiar sistema de control del Gobierno, deben medirse con cuidado las consecuencias. La experiencia de las dos presentadas desde la vigencia de la Constitución lo corroboran. En ambos casos, las mociones no prosperaron, pero el resultado político para los dos candidatos alternativos propuestos fue muy distinto.
La primera la presentaron diputados del PSOE en mayo de 1980 proponiendo como candidato alternativo a Adolfo Suárez a Felipe González. Suárez había presentado en la primera legislatura una moción de confianza, en un momento de crisis de su partido, que superó incluso con apoyos inesperados, pero las dificultades de su presidencia no cesaron ni en esa ni en la siguiente legislatura. UCD pasaba momentos de agobio, la inestabilidad política iba en aumento (y siguió incrementándose hasta la dimisión del presidente centrista y el intento de golpe de Estado del 23-F) y el PSOE, que ya era inclemente con Suárez, mejoraba en las encuestas. No podía triunfar la censura -UCD tenía 168 escaños y el PSOE, con 121, no conseguiría en ningún caso el apoyo de otros grupos de la derecha- pero los socialistas entendieron, con acierto estratégico, que era el momento de demostrar a la opinión pública, en sede parlamentaria, que Felipe González podía realmente ser presidente del Gobierno.
Y lo consiguió. No sólo llegar a presidente, tras las elecciones de 1982, sino salir reforzado en el debate de la moción. Cinco días más tarde, trascurrido ese plazo de «enfriamiento» que estipula el ordenamiento, Suárez se impuso, como era lógico, en la votación. Pero la discusión parlamentaria reflejó la realidad política: el presidente, a la defensiva, daba muestras ya de su declive y dejó la respuesta a la moción a sus ministros. El candidato pasaba de ser un atractivo joven socialista a una alternativa creíble, representante de un cambio que la sociedad demandaba. Con la punzante maldad que le caracterizaba, Alfonso Guerra describió la Cámara como un lugar en el que la mitad de los diputados se entusiasmaban con Felipe González y la otra mitad con Manuel Fraga.
La segunda, sin embargo, fue muy distinta. En febrero de 1987 fue elegido presidente de Alianza Popular Antonio Hernández Mancha y aproximadamente mes y medio después, el 23 de marzo, eran los diputados de Coalición Popular los que presentaban una moción de censura contra Felipe González pretendiendo, formalmente, que su nuevo dirigente le sustituyera como presidente del Gobierno. En las elecciones de 1986 el PSOE había revalidado su mayoría absoluta (184 escaños), un triunfo que precipitó la sustitución de Manuel Fraga por un nuevo dirigente, Hernández Mancha, que no era diputado. Se trataba de forzar un debate en el Congreso con el líder socialista y la única manera era la moción de censura, que permite que el candidato alternativo no pertenezca a la Cámara. Pero en este caso no se midieron bien ni el riesgo ni las consecuencias. González estaba seguro y Hernández Mancha, buen orador, no pudo con él. En el Parlamento, fue ignorado por unos y criticado duramente por otros, acrecentándose la sensación de soledad e impotencia que habían creado las elecciones del año precedente.
Y ello hasta el punto de que el Gobierno mantuvo una actitud pasiva y dejó el trabajo a otros representantes de la Oposición. Tampoco la retransmisión del debate logró despertar el interés ciudadano. El comienzo de Hernández Mancha como presidente de AP fue también el inicio de su final hasta ser sustituido el año siguiente.
Hasta el sábado 30 de diciembre, en el PP eran conscientes de que la justificación de la moción de censura no era tanto, desde el punto de vista instrumental, la situación política cuanto las consecuencias que se pudieran derivar de la misma. Había quienes pensaban que se convertiría en un examen adverso a Mariano Rajoy tanto por el Gobierno como por el resto de grupos parlamentarios y que, por tanto, no convenía al PP. Otros creían que sería la oportunidad para que el presidente del partido, magnífico parlamentario salvo cuando se muestra enfadado, presentara adecuadamente su programa y una alternativa de calidad que pudiese calar en la opinión pública. Con un gesto de esa naturaleza se remediaría la debilidad de liderazgo que revelan algunas encuestas. Replicaban los contrarios a la iniciativa que el esquematismo no elaborado de los sondeos de valoración de líderes no refleja la realidad y que Rajoy, maestro en «el uso de los tiempos», según sus próximos, debía saber que no era el momento. Respondían los partidarios que la moción de censuraserviría para hacer patente la gravedad de algunas cuestiones políticas que quedan arrumbadas ante la atención de los ciudadanos por el tráfago de la actualidad.
El debate está abierto. Sin embargo, ha cambiado radicalmente con el último atentado de ETA. Los partidarios de la moción en el PP creen que la gravedad de la situación política -no tanto por la reaparición de ETA, sino por la ambigüedad con la que ha respondido el presidente- exige la utilización de todos los recursos parlamentarios para controlar y debatir con el Gobierno, sobre todo si pretende modificar el Pacto Antiterrorista con la anuencia de otros grupos que nunca aceptaron los principios básicos de la política acordada por los grandes partidos. Quienes insisten en el seno del PP en que ahora no hay duda de que la moción es conveniente lo hacen convencidos de que, en las actuales circunstancias de debilidad política de Zapatero ya no cabe el peligro de que sea Rajoy el examinado y castigado por el debate.